Lo dicen los odontólogos, y lo sabemos todos: la higiene dental es fundamental para prevenir problemas bucodentales y mantener nuestra boca limpia y saludable. No obstante, muchos son los mitos que giran entorno a la higiene oral. Uno de los más extendidos pretende asegurar que, cuanto más cepillemos nuestros dientes, más sana estará nuestra boca. No obstante, cepillarse demasiado y, sobre todo, hacerlo de manera incorrecta puede tener serias consecuencias en nuestros dientes y encías. Te invitamos a conocerlas.
La higiene dental: Una práctica muy recomendable
Realizar una buena higiene dental a diario es uno de los factores más importantes a la hora de mantener una boca sana. El cepillado limpia nuestra cavidad bucal de bacterias, evitando la formación de sarro y otras afecciones que puedan poner en peligro la buena salud bucodental. Además, se recomienda acompañar el cepillado con otros métodos de limpieza, y realizar limpiezas profesionales varias veces al año. Queda patente que la higiene dental es, por tanto, una práctica que debemos incrustar en nuestros días y repetirla de manera habitual.
Entonces, ¿Cuándo se convierte en un problema y por qué?
Se recomienda lavar nuestros dientes entre dos o tres veces al día, especialmente después de las comidas. Esta es la frecuencia diaria considerada como óptima, pues nos permite beneficiarnos de todas sus ventajas sin que las consecuencias nocivas del cepillado constante hagan acto de presencia.
El problema empieza cuando la higiene dental se realiza más veces de las recomendadas, y, sobre todo, se lleva a cabo de manera incorrecta. Es entonces cuando podemos estar a las puertas de padecer algunas de las enfermedades que causan el continuo cepillado y exposición a los productos de higiene oral, y si esta práctica excesiva ya se ha alargado en el tiempo, muy probablemente nuestra boca estará notando ya sus consecuencias.
Los productos de higiene oral contienen químicos y otros elementos que, si bien usándolos con la frecuencia adecuada no producen problemas significativos, la exposición constante y reiterada puede llegar a dañar el esmalte. Además, el tipo de cuerdas de nuestro cepillo, así como la fuerza con la que realizamos la fricción con las piezas dentales, puede tener consecuencias negativas en nuestras encías.
Los tratamientos de limpieza profesionales, así como de blanqueamiento dental, también pueden resultar nocivos para la salud de nuestra boca si se realizan en centros no autorizados y/o durante más veces de las recomendadas.
Por todo ello, merece la pena atender a las indicaciones del Consejo de Dentistas. A continuación las revisaremos.
¿Qué consecuencias posee el exceso de higiene dental?
A pesar de lo que pueda parecer, llevar a cabo una excesiva higiene dental posee consecuencias negativas. Algunas de ellas son las siguientes:
Produce desgaste del esmalte
El esmalte es una fina capa que recubre nuestras piezas, formando una película protectora que impide que agentes externos penetren en el diente y puedan llegar al nervio.
El cepillado frecuente y con fuerza elevada, así como los colutorios y otros productos que mantienen contacto con las piezas dentales, pueden desgastar el esmalte de nuestros dientes si se usan más de la cuenta. Además, los tratamientos blanqueantes y limpiezas profesionales poseen un mayor poder de desgaste, por lo que tampoco deberemos abusar de ellos.
A medida que se desgasta el esmalte, nuestras piezas dentales van quedando desprotegidas y se convierten en diana fácil de bacterias y otros agentes. Esta invasión puede producir problemas bucodentales de gravedad.
Problemas con las encías
Las encías atraen muchos de los problemas de un cepillado frecuente. Son muchas las enfermedades que pueden desencadenarse.
La recesión de encías, también llamada recesión gingival, es una de ellas. Se propicia debido a la continuada y frecuente fuerza con la que nos cepillamos los dientes con el cepillo. Una fricción más fuerte de la recomendada puede llegar a desgastar las encías, lo que produce problemas de salud y problemas estéticos.
La laceración de encías, conocida como una rotura o desgarro debido a la fuerza del cepillado, también es una consecuencia bastante habitual.
Mayor sensibilidad dental
La sensibilidad dental es muy frecuente en pacientes odontológicos. Supone un problema derivado del abuso de higiene, así como de las técnicas de blanqueamiento profesionales.
Este problema causa dolor cuando nuestros dientes mantienen contacto con alimentos muy fríos o calientes, cuyas sensaciones acceden al interior del diente debido a la pérdida progresiva del esmalte. Es entonces cuando notamos las características punzadas que nos impiden seguir masticando el alimento.
La sensibilidad dental también puede ser producida por la ingesta de alimentos con jugos ácidos. Si estos jugos permanecen en contacto con el esmalte durante mucho tiempo, lo terminan desgastando. Es por ello que debemos encontrar una rutina válida de higiene dental.
¿Qué frecuencia es la adecuada y cómo debe llevarse a cabo la higiene dental?
Limpiar nuestros dientes en la frecuencia adecuada es fundamental para prevenir posibles problemas derivados de la limpieza ineficiente. Pero, como hemos visto, realizar la higiene más de lo recomendado, puede acarrear otros problemas.
La recomendación es clara: debemos lavar nuestra boca tres veces al día, tras realizar las comidas principales; después del desayuno, del almuerzo y de la cena. Lavados extra pueden hacernos sufrir las consecuencias comentadas.
Además, también debemos prestar atención a la manera en la que nos lavamos los dientes, así como a los accesorios que usamos para ello.
¿Cómo debemos lavarnos los dientes de manera correcta?
Los dientes deben lavarse tres veces al día, 20 minutos después de haber realizado las comidas principales. De este modo, los azúcares se transforman y pueden llegar a ser eliminados con mayor eficacia.
El cepillado es la parte más importante de la higiene bucodental. Debemos realizarlo con un cepillo homologado, cuyas cerdas posean una dureza adecuada a las características de nuestros dientes y encías. La pasta dental debe ser adecuada, y, gracias a los movimientos del cepillo, debe impregnar todas las piezas dentales. El cepillo debe moverse de manera que limpie toda la cavidad bucal, sin realizar una fricción demasiado fuerte. El cepillado debe durar entre 2 y 3 minutos cada vez que se realice.
Elegir entre cepillo manual y/o cepillo eléctrico es cuestión de las particularidades de cada persona; aunque, en general, el cepillo eléctrico limpia de manera más completa, pues su movimiento favorece a la eliminación de mayor número de placa.
Posteriormente, usaremos enjuague bucal e hilo dental. Estos elementos de limpieza no suplen al cepillado, por lo que deben tratarse de complementos. Podemos escoger el enjuague bucal que más se adapte a nuestras necesidades, siempre apostando por la máxima calidad. Se recomienda mantener en líquido en el interior de nuestra boca durante 30 segundos, realizando movimientos bucales para favorecer que llegue a todos los rincones. El líquido debe escupirse pasado este tiempo.
Además, podemos realizar pequeñas acciones que impedirán que nuestros dientes se ensucien más de la cuenta; no comer entre horas, así como evitar los alimentos y jugos azucarados, podrá marcar la diferencia en la salud de nuestra boca.
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